Dónde está el balón de la “Inmaculada Recepción”

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Cuarta y diez por avanzar, 22 segundos en el reloj,  no hay tiempos fuera, la ofensiva de los Pittsburgh Steelers está en su propia yarda 40 y están abajo en el marcador 7-6 en el partido de la Ronda Divisional de 1972. “66 Circle Option Play” es la jugada elegida por el Head Coach Chuck Knoll.

El centro Ray Mansifeld pone el balón en juego, el QB Terry Bradshaw retrocede, la rápida presión de la frontal de los Oakland Raiders lo obliga a rolar hacia su derecha, la persecución continúa y el QB tiene que regresar a su costado izquierdo, sin tiempo para más, suelta el brazo dirigiendo el pase a John Fuqua. A tiempo y en el lugar correcto para romper la jugada, se encuentra el Safety de Oaklnad, Jack Tatum, quien colisiona con el posible receptor enviando el balón hacia atrás en el aire en lo que parece un pase incompleto. Es entonces cuando aparece el FB Franco Harris, quien toma el balón a punto de tocar el suelo para escaparse hasta las diagonales.

El público enloquece, nadie sabe exactamente qué está pasando pero los Steelers están festejando. Sin tiempo en el reloj de juego, Roy Gerela patea el Punto Extra por mero trámite. El equipo de Pittsburgh acaba de vencer a los Raiders de una dramática forma en su primer juego de Playoffs en 25 años obteniendo su primera victoria en dicha instancia en la era del Super Bowl.

Unas horas antes, en otro punto de la ciudad, Jim Baker, aficionado a los Steelers, lleva por primera vez del hospital a casa a su segundo hijo recién nacido, el pequeño Sam Baker. Algunos días antes, Jim había comprado dos boletos de un amigo para el encuentro de Postemporada que usarían él y su sobrino en el Three Rivers Stadium, la entonces casa del equipo. Los lugares estaban ubicados a la altura de la yarda 30, detrás de la banca de los Raiders.

La primera mitad del juego terminó 0-0 en una guerra de golpes sin espectáculo ofensivo alguno, en lo que parecía una premonición de lo que sería la dura rivalidad entre Steelers y Raiders en el futuro. Durante la segunda mitad, el equipo local capitalizó los errores de los Raiders obteniendo 6 puntos, dejando prácticamente perdido al equipo dirigido por el Head Coach John Madden.

El QB Ken Stabler, sin mucha experiencia en la NFL, había entrado durante el partido para reemplazar a Daryl Lamonica y fue continuamente abrumado por la presión defensiva, sin embargo, en el último cuarto, logró ejecutar una serie de 50 yardas con menos de cinco minutos en el reloj para poner en jaque a sus rivales. Ahí fue cuando inició el drama.

Stabler ya era conocido desde la Universidad de Alabama por su gran habilidad con las piernas y para improvisar en las jugadas rotas, por lo que con menos de dos minutos y situado en la yarda 30 de su rival, tomó el balón, retrocedió diez yardas ante la presión defensiva, roló a su lado izquierdo e inició una escapada de 30 yardas hasta la zona de anotación para darle la vuelta al marcador, dejando a los Steelers contra las cuerdas 7-6 en el marcador con poco más de un minuto para intentar remontar. El resto es historia; tras la llamada “Inmaculada Recepción” de Harris, el Kicker Gerela puso el último clavo en el ataúd de los Raiders, escribiendo una de las más grandes leyendas de la NFL y cimentando la dinastía que dominaría el resto de la década de los 70.

Fue justo después de que Harris llegó a la zona de anotación cuando nuestro protagonista, Jim Baker, al verse rodeado por una afición eufórica, jugadores celebrando, oficiales desconcertados y personal de seguridad sin saber qué hacer, vio la oportunidad de lograr una hazaña. Con el afán de celebrar de cerca con su equipo, la gente empezó a saltar al campo desde las gradas, sin dudarlo, Jim tomó a su sobrino e hizo lo mismo. Una vez dentro del campo se dirigió al end zone de los Raiders observando detenidamente cómo Franco Harris tiraba el balón con el que había escrito historia. En seguida el personal de equipamiento recuperó el ovoide para dárselo a referee y que se efectuara el Punto Extra.

El balón fue centrado, pegó en la red y cayó ante los aficionados que se habían aglomerado debajo de ella. Jim no perdió segundo alguno y se lanzó a la creciente montaña de personas en algo parecido a una melee de rugby en un campo de football. Entre forcejeos y golpes, finalmente consiguió el preciado objeto, un balón cargado de historia. Se abrió paso entre la multitud, tomó a su sobrino y ambos huyeron del lugar lo más rápido posible ante el temor de que alguien más les arrebatase el preciado tesoro que para ese momento ya custodiaba bajo su abrigo.

El staff de los Steelers y de la NFL no se percataron de la desaparición del balón ante el impactante final, ellos estaban más preocupados por los reclamos de los Raiders y el desconcierto entre los oficiales, quienes tardaron en decretar el Touchdown debido a que, según la regla de ese momento, un pase no se podía completar al ser tocado por un jugador y terminar en las manos de otro del mismo equipo de manera consecutiva, como aparentemente había ocurrido con Fuqua y Harris.

Luego de salir rápidamente de la “escena del crimen” con el balón escondido y cuidándolo como si se tratara de su nuevo hijo nacido sólo unos días después que el pequeño Sam, Jim tocó a la ventanilla de un automóvil de una pareja que se había quedado sin boletos para entrar el estadio y se conformó con escuchar el juego por la radio desde el estacionamiento.  Les pidió un aventón para cruzar el puente que los dejaría a él y su sobrino en el Gateway Center, donde había estacionado su automóvil.

Unas horas después, Jim llegó a casa con el preciado balón en manos como un regalo perfecto para su hijo Sam. A partir de ese momento, el balón y la criatura estarían conectados de por vida y más allá de la muerte. Su cuñado, Bob Pavuchak, era fotógrafo del diario The Pittsburgh Press and Post-Gazette, de tal modo que esa misma noche le tomó fotos a Jim y su familia, lo que dio comienzo a esta mítica historia.

Muchas ofertas llegaron por el balón durante el paso de los años, incluso después de que Sports Illustrated lo valuara en aproximadamente $80,000 dólares, Jim Baker declaró haber recibido ofertas substancialmente más altas. Franco Harris, quien le dio fama a tal pieza, no niega el deseo de poseer el objeto con el que cambió el curso de la historia, pero entiende las razones de Jim para no venderlo a nadie.

Este objeto tiene un significado mucho más importante que el de una simple pieza de colección, por estar ligado emocionalmente a la familia Baker, quien fue diagnosticado de cáncer terminal y murió a los 33 años de edad, dejando a sus padres, esposa y dos hijos detrás. Hoy día, el balón está en una caja de seguridad en la oficina de Jim, desde donde diariamente le evoca aquel triunfo de su equipo y el recuerdo de su amado hijo, todo gracias a lo que algunos considerarían un simple balón.

El partido de Ronda Divisional de la temporada 1972 se convirtió en leyenda y representa mucho tanto para miles de fans como para los protagonistas del mismo, pero para nadie ese juego y ese balón son más importantes que para Jim Baker y su hijo Sam.

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